
Me subo en el carro concho de manera apresurada, el sol está que arde y el tiempo no es suficiente para hacer todo lo que he planeado. He sacado un momento de mi apretada agenda y he ido a Santiago a comprar algo de necesidad. Mientras atravieso la ciudad en el carro de la ruta ¨G¨ tengo que escuchar la voz chillona del chófer que no se detiene. Es un hombre de unos 40 y tantos años, muy alegre diría yo para la edad y el trabajo diario que realiza. De todo hace un chiste, todo le causa risa. Pareciera que el mundo con su ajetreo y rapidez a él no le afecta en lo mas mínimo.
Mientras habla poniendo ¨S¨ donde no van y creando palabras que solo existen en su léxico, yo no le presto atención, hasta que comienza a contar como inició su día. Según él, en la mañana cuando fue a encender su carro como siempre, descubrió que las dos gomas delanteras estaban pichadas, a cualquiera eso le dañaría el día, pero a el no, eso también le causa risa. Me quedo pensando en sus palabras y luego el expresa. ¨Quien sabe lo que me podría pasar si no me detengo para arreglar esas gomas en la mañana¨, yo en silencio escucho y reflexiono, entonces el añade, ¨eso era Dios que me estaba librando de alguna cosa mala¨.
Subí a Santiago a comprar algo y baje con una gran lección, no me la dio un evangelista, tampoco un pastor, mucho menos algún ¨Apóstol¨. Fue un chofer de la ruta ¨G¨, que me recordó que Dios emplea diversas maneras para detener nuestro tiempo y efectuar un acto milagroso a nuestro favor. A veces estamos de frente mirando el ejército del Faraón y no vemos el Mar Rojo que se abre a nuestras espaldas.
En este 2010, aprende de lo malo. Mira el milagro en lo negativo. No te lamentes por el desierto, disfruta del oasis. Mira al que camina sobre el mar y no la tormenta. No permitas que una piedra tenga que recordarte que El obra en formas misteriosas.
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