Nunca
como hoy en la historia eclesiástica ha existido una iglesia tan dócil y
amistosa en su relación con el mundo. Nunca como ahora la iglesia ha estado tan
enfocada en el mundo no para evangelizarlo, sino para imitarlo. Nunca como hoy
la imagen de Cristo ha estado tan diluida en los rostros de aquellos que tienen
la encomienda de reflejarlo.
Da
pena y a veces vergüenza ver esta iglesia que se mueve al ritmo mundano y sus
pasos siguen la agenda que traza el mundo y no Cristo. Es repugnante ver esta
iglesia que se ríe horas y horas de cuentos mundanos, pero no llora un segundo
por las almas que se pierden. Esta iglesia que abre sus puertas a los
ofrecimientos terrenales, pero las cierra a las exigencias celestiales.
No me
juzgue usted; bueno, si quiere hágalo, pero lo que digo es lo que veo y lo veo
a diario. El mundo entretiene a la iglesia, el mundo ofrece, el mundo vende y
la iglesia acepta y compra sin cuestionamientos. El mundo toca y la iglesia
baila; el mundo hace los videos y en los muros de Facebook de los cristianos se
promocionan y editan versiones “cristianas”. Es bueno que sepamos que lo que nos entretiene
no siempre nos edifica, lo que nos hace reír no quiere decir que debamos compartirlo
con todos.
A veces
somos mejores promotores de las inventivas mundanas que de las iniciativas
cristianas, si se revisan las redes sociales de muchos “cristianos” llegaríamos
a la conclusión de que trabajan en alguna empresa promotora de eventos o artistas
seculares. Parece que en las redes sociales se les permite a algunos vivir una
vida doble.
La
iglesia no debe ser una extensión del mundo, más bien una embajada del cielo.
La iglesia no debe entretenerse con los peces cuando su llamado es pescarlos. Neguémonos
al cristianismo confortable, a las predicaciones desabridas y faltas de poder
que no se diferencian en nada de una conferencia de negocio. Neguémonos a la
búsqueda de parentesco con el mundo y apropiémonos de las palabras de Jesús
cuando dijo que estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Que el mundo
toque lo que quiera, el deber y llamado de la iglesia es permanecer de pie como
Sadrac, Mesac y Abed-nego y si el horno de fuego es el premio, pues con gozo
recibámoslo.
…Tienes que influir en ellos; ¡no dejes que ellos influyan en ti!
Jeremías 15:19c (NTV)
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